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Golden Kamui, y cómo sobrevivir a la Historia, ensayo por Sebas

¿Qué escuchar mientras leemos?

Ryuichi Sakamoto: https://www.youtube.com/watch?v=bZnb7Tq-mQY

Una sinopsis

Corea. 8 de febrero de 1904. Inicia aquí, y a lo largo de los territorios de Manchuria y el Mar Amarillo, un evento bélico entre dos potencias, siendo estas la Rusia zarista de Nicolás II, y el Japón en auge, del emperador Matsuhito.

La guerra, con sus resultados teñidos por la sangre de los caídos y la inclemencia del frío, le concede la victoria al país nipón, que a partir de aquí iniciará un crecimiento económico, sociopolítico y armamentístico de grandes proporciones.

Nace aquí, en ésta era de crecimientos y revoluciones, una leyenda que gira en torno a una antigua etnia que habitaba (y continúa habitando) estas regiones, principalmente la de Hokkaido, el extremo norte del Japón. Nace aquí, la leyenda de un tesoro.

Según se contaba, en la época que se desató la fiebre del oro allá por Hokkaido, un grupo de líderes de la antigua tribu ainu, recolectó una cantidad espeluznante de oro, casi imposible de comprobar, y cuyo uso tenía un solo propósito: recuperar territorios perdidos en mano de los japoneses, por medio del abastecimiento de armamento y artillería. La venganza de los silenciados ainus, estaba al alcance de sus manos.

Pero es así que, guiado por la codicia, uno de los líderes tribales engaña y traiciona a sus hermanos. El desenlace de ésta traición, es la vil masacre de los líderes, la fuga del ainu renegado junto con ésta montaña de oro que astutamente oculta, y la persecución y posterior captura de éste de manos del ejército japonés, quienes, empecinados en extraerle el secreto sobre el mineral maldito, torturan y aíslan al personaje en un recinto de la fría prisión de Abashiri.

Con un tesoro así, oculto y sin poder comunicarle a alguien su paradero, ¿cómo se suponía que el reo pudiese llegar de nuevo a éste, sin siquiera alertar a los viles guardas que observaban cada uno de sus movimientos?

La respuesta: el preso elabora un código secreto, casi indescifrable, y lo impregna por medio de tatuajes, en la piel de varios encarcelados que, por sus miserias compartidas, (y también por sus codicias individuales) ansían la libertad y la recuperación del tesoro. Una fuga planificada, un tesoro repartido, el plan está casi completo.

Pero, ¿para qué molestarse así? Es una pregunta que uno de los protagonistas hará durante el inicio de ésta trama. La necesidad de generar un intrincado código que sólo aquél presidiario supiera, ¿era realmente necesaria? ¿Era acaso el único artilugio posible?

También existía una explicación para esto. Y es que, teniendo en cuenta la excesiva seguridad que residía en la prisión de Abashiri, el Jefe Penitenciario, junto con fuerzas militares anexas, habían estado siguiendo la comunicación de los reos durante todo ese tiempo. Una vez más, la codicia empuja los hilos de la historia. Las fuerzas militares movilizan y apartan a los presos fuera de la institución, con el fin de ser ellos mismos quienes obtengan el secreto, puesto que sólo teniendo a todos ellos (sus pieles, siendo más específico) son capaces de unificar y descifrar el código.

El desenlace de este movimiento, la muerte de los guardas que custodiaban la caravana de reos y su posterior fuga, da comienzo a un nuevo capítulo de ésta leyenda: en algún lugar de la fría región de Hokkaido, un grupo de presos, desperdigados y escabulléndose, se buscan entre ellos, ansiando unir el secreto de un enorme tesoro, fragmentado y grabado en cada una de sus pieles.


Hablemos del autor

Lejos de haber empezado éste ensayo sobre Golden Kamui con una presentación, un tanto “entre bombos y platillos” (me declaro culpable de esto), cabe destacar que el apartado dedicado al autor del manga, Satoru Noda, es algo escueto y con poca información.

En efecto, no hay mucha información que podamos encontrar sobre el mangaka en profundidad, salvo ciertos portales que detallen parte de su biografía, o parte de las redes, donde se comunica con frecuencia, más que nada en Twitter. De hecho, es quizás menester mencionar que la elusiva personalidad del autor a los medios, haya hecho que sus dos obras relevantes, obtuviesen un nivel de críticas bastante alto debido a la desinformación, o desconocimiento de su figura pública.

Siguiendo, entonces, esta recabada de información un tanto magra, sabemos que Satoru Noda, es un artista japonés nacido en Kitahiroshima, una ciudad ubicada en la subprefectura de Ishikari, que responde a la prefectura de Hokkaido.

El término “Kita-” alude a la característica que indica “al norte de…”. Por ende, entendemos que ésta ciudad se ubica al norte de Hiroshima. Éste juego de terminaciones se debe, aparentemente, a la reestructuración que las localidades sufrieron en septiembre de 1996, donde la anterior Hiroshima fue cambiada de lugar, dejando así su auténtico emplazamiento, como una “ciudad al norte” de ésta.

Continuando con su vida, sabemos que el bisabuelo de Satoru Noda fue un militar asentado en la región de Hokkaido, y un veterano de la mismísima guerra ruso-japonesa. Según fuentes en la web, el nombre de uno de sus personajes principales, Sugimoto Saichi, está inspirado en el bisabuelo de Noda.

A la edad de 23 años, el joven Noda se traslada a Tokyo, donde consigue trabajo en la industria del manga como asistente. Su labor le llevó a trabajar durante dos años para Mitsurou Kubo, un mangaka, escritor y figura radial, creador de “Yuri!!! On Ice”, para luego trabajar un tiempo bajo supervisión del difunto mangaka oriundo de Fukuoka, Yasuyuki Kuritomo.

El debut de Satoru Noda como mangaka sucede en 2003, cuando lanza un manga de índole romántico y de un solo capitulo llamado “Kyoko-chan's Misfortune” (“La mala suerte de Kyoko”). Éste es estrenado en la revista Shûkan Young Magazine, famosa por difundir series como “Initial D”, y “Ghost in the Shell”. Su segundo lanzamiento de un solo capitulo, “The Goalie Only Looks in Front”, ganó el premio Tetsuya Chiba en 2006, en la categoría de artistas jóvenes.

Sin embargo, fue con “Supinamarada!”, una serie lanzada en 2011 en la Weekly Young Jump, cuya trama giraba en torno al hockey sobre hielo, lo que impulsaría a Noda como su debut oficial en el arte del manga.

Desafortunadamente, el manga recibió poca difusión, y terminó siendo un fracaso comercial, lo que hizo que Satoru Noda se recluyera un par de años antes de lanzar su nuevo proyecto en 2014, llamado “Golden Kamui”. El manga ganó renombre y difusión tanto crítica como comercialmente, y en 2016 fue galardonada con el premio “Manga Taishõ”.

En 2018, la obra fue galardonada con otro premio a la excelencia, el “Tezuka Osamu Cultural Prize”.

Volviendo a la poca visibilidad de la figura del mangaka, cabe mencionar que, al momento de recibir el “Manga Taishõ”, fue su editor quien se encargó de recibirlo y agradecer la premiación, mientras que Noda sólo se remitió a enviar un discurso por audio en señal de aceptación y agradecimiento.

Mencionaremos a continuación, los recursos que el artista utiliza en su trabajo, específicamente en la obra Golden Kamui.

Estilo del artista, influencias

El trabajo de Satoru Noda está caracterizado por ser manipulado en su mayoría de manera digital. Sus ilustraciones, sin embargo, acuden a diseños y expresiones un tanto old-school style, tratando de sostener una línea de trabajo propia de sus primeros ensayos y las respectivas influencias.

Yendo a este segundo parámetro, su obra se ve visiblemente influenciada por el arte de Tetsuo Hara, el mangaka que llevó las novelas de Keiichiro Ryu al dibujo, y que dio vida al emblemático Kenshiro de “Hokuto No Ken”.

Así mismo, la obra “Kinnikuman” del dúo de Yoshinori Nakai y Takashi Shimada también sirvió de inspiración para varios de sus personajes masculinos.

Es aquí donde quiero resaltar la existencia de un género en el manga que aglomera muchas de estas producciones, donde se destacan la aparición de personajes virilmente personificados, pero que fuera de las condiciones de atracción binaria, forman lazos de amistad y vínculos cercanos entre pares masculinos, a veces incluso mostrando una atracción tacita o venerando parámetros de belleza en un hombre, que hoy día recaen más en los estereotipos femeninos. Este género se conoce como bishõnen.


Hablemos de Bishõnen

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Éste término japonés, sirve para destacar “belleza y juventud” en el sujeto masculino. El estereotipo de belleza apunta a jóvenes andróginos, en su mayoría de narraciones y ficciones. Dentro de la historia japonesa, hace su aparición cuando se menciona a los modelos y actores que hacen papeles femeninos en el clásico teatro denominado kabuki.

La popularidad de ésta palabra fue en aumento debido a la influencia de las bandas “glam rock” del Japón de los años 70’s, donde se manifestó en potencia debido al gran número de fans que las bandas de aquel entonces mantenían.

Sin embargo, sus orígenes se remontan a los relatos de caballería de la China medieval, así como también a los relatos heroicos de la India, que jugaban con los mismos valores estéticos en sus personajes. Hoy día, se cree que ha sido una corriente que creció con el fin de romper estereotipos diferenciados de belleza entre lo femenino y lo masculino, a través del relato homoerótico y homosocial, y comparten casos similares con narraciones en la Grecia antigua, donde existían los conceptos de belleza similares tanto para mujeres como para los jóvenes u hombres con rasgos juveniles.

Con todo esto, cabe mencionar que nuestro mangaka aquí expuesto, nunca se ha mostrado a favor de explicitar parte de su contenido bajo el género bishõnen, sino de retratar un “gusto por el cuerpo masculino en general”. Sin embargo, considero que el apartado informativo es necesario, por que brindamos una herramienta para quienes quieren ver éste tipo de mangas o animes, teniendo una noción más para interpretar este tipo de producciones en mayor profundidad.

El componente histórico en la obra de Satoru Noda, está agregado según él sin mantener estricta exactitud, citando a veces hechos incomprobables con el fin de agregar elementos de entretenimiento.

Pero, al mismo tiempo, encontraremos que al final de cada capítulo se mantienen apartados informativos, con la intención de mencionar hechos verídicos, curiosidades y fechas relevantes para la cultura japonesa o la región de Hokkaido, como así también señalar la aparición de personajes históricos y de importancia, tanto en la trama como en la historicidad.

En los próximos párrafos, haremos hincapié en las bases históricas que, a mi entender, marcan una esencia y un plus a la trama de Golden Kamui.


Hablemos de Historia

Empezaremos por escenificar parte del conflicto bélico, marcando el contexto junto con los actores principales. Siendo éste un apartado más que nada informativo, expondré sólo los momentos claves para no extendernos, aunque invito a quien le interese, a seguir formándose en éste tema, pues las bases históricas nos explican muchas veces, razones primarias de lo que van a ser relaciones futuras entre países, algunas perdurando hasta la actualidad.

Tengamos en cuenta que el objetivo y “botín” principal, que tuvo un papel casi decisivo en las batallas mencionadas aquí, fue Port Arthur. Un puerto que permitía el perfecto punto de comercio y control marítimo para todas las naciones involucradas, principalmente por ser una zona que podía ser navegable todo el año. Quizás no nos es familiar, pero para muchos países, las inclemencias del frío o épocas de grandes lluvias a menudo eran un problema para transitar rutas de transporte y comercio. Siguiendo con esto, mencionaré los principales disputantes del dicho valioso territorio.

  • La Rusia Imperial, fue un gobernato que se sucedió entre 1721 y 1917. Liderada bajo una monarquía hereditaria con un rey autocrático, (es decir, una figura que ostenta poder total, con voluntad para cambiar leyes y acuerdos sin limitación alguna) proveniente de la Dinastía Romanov. Fue una época de enorme crecimiento y conquistas por parte de la nación, de la mano de Pedro El Grande en adelante, la potencia de Rusia conoció avances militares, académicos, económicos y, sumado a ello, un expansionismo impresionante. En los últimos años del siglo XIX y principios del XX, los países occidentales se estaban concentrando en ganar territorios, influencia y comercio en varias regiones de Asia. Rusia no fue la excepción, y vio en Corea y el norte de China la posibilidad de apropiarse de territorios claves, además de encontrar un Japón en desventaja geográfica y todavía en proceso de desarrollo. En 1896, Rusia firma un acuerdo con China para la utilización de Port Arthur como base marítima, así como el libre acceso ruso a todos los puertos chinos. Posteriormente, les vetaría el paso a los mismos chinos, generando un clima de tensión tanto para las naciones orientales, como para las occidentales, que temieron el avance exponencial del Imperio Ruso. Posteriormente, Rusia aprovechó un importante levantamiento civil en China (“La revuelta de los boxers”) para ocupar la región de Manchuria. Socavando recursos y generando puntos de contrabando, tomaron lo que pudieron mientras lentamente fueron obligados a retirarse. Mientras tanto, habían estado desplazando fuerzas marítimas ubicadas en el pacífico, hacia Port Arthur.

  • El Japón de fines del siglo XIX venía de atravesar una guerra interna por el gobierno. El Shogunato, es decir, la cúpula militar formada por daimios, líderes militares con soberano poder (a veces considerado por encima del Emperador), había sido presionado por influencias extranjeras (sobre todo Estados Unidos) para abrir el comercio exterior luego de 200 años de aislamiento (durante éste tiempo mantuvo tratados de comercio con China y Corea, aunque muy exclusivos). Es por eso que el país había iniciado, a partir de 1868, un nuevo periodo de restauración, abandonando el periodo conocido como Edo, entrando así en la Era Meiji.

Con el avance de era, se enviaron diplomáticos y estudiosos a diversos países, con el fin de volver a formarse y generar tratados convenientes. Para aumentar recursos y territorios, Japón buscó emular las técnicas colonialistas occidentales. Es por ello que, valiéndose del debilitamiento que la dinastía china Qing atravesaba como gobierno para sostener su mandato sobre su más antiguo vasallo (Corea), Japón obliga a Corea a abrirse comercialmente, influyendo así en una disputa interna entre conservadores coreanos cercanos a la dinastía real Joseon, y reformistas que apelaban a generar tratados con los nipones. Se genera así, una pulseada entre la dinastía Qing y el gobierno coreano, un conflicto social que Japón aprovechará para infiltrar tropas y tomar zonas que el gobierno coreano le fue cediendo según las presiones que los japoneses demandaban.

El 25 de julio de 1894, se inician una serie de enfrentamientos marítimos entre China y Japón, que ya anunciaban las ventajas que los japoneses habían logrado adquirir hasta el momento, mejor instrucción militar y mayor capacidad de ataque frente a un ejército chino bien armado, aunque menos instruido y descuidado. El mensaje era claro: el gobierno chino ya era endeble y había perdido influencia en su estructura interna, y en territorios anexos.

Surge aquí, la llamada Primera Guerra sino-japonesa o chino-japonesa. Los primeros embates fueron claves, y China sufrió una serie ininterrumpida de derrotas que llevaron, en abril de 1895, a negociar un cese de fuego y posterior negociación de paz. La dinastía Qing no sólo perdió el dominio de Corea, sino una enorme pérdida de prestigio, sumado a una enorme pérdida económica, principalmente por que el tratado de paz (“Tratado de Shimonoseki”), les otorgaba a los japoneses una suma exorbitante de dinero (hablamos de más de 510.000.000 yenes japoneses de aquella época solamente en reparaciones y trofeos de guerra, así como también 320.000.000 aprox. en reparaciones de guerra), a modo de indemnización.

Para el 1895, El Imperio japonés se alzaba como potencia, y además de ostentar una primacía económica con Corea, reclamó para sí las regiones de Taiwán y Port Arthur. Zonas que le fueron suyas por poco tiempo, puesto que las demandas por parte de Rusia, Gran Bretaña y Francia, obligaron a Japón a retirarse de aquellas. Sin embargo, con el posterior acuerdo de Rusia con China para mantener Port Arthur, tanto Japón como los países occidentales involucrados, entendieron que el crecimiento ruso amenazaba con costarles la tenencia y comercio de las regiones. De modo que, se volvieron a generar tratados y alianzas con la nación nipona.

Entre ellos, se encontraba la alianza con Gran Bretaña en 1902, en la cual los ingleses brindaron servicios para maximizar la construcción de unidades navales para Japón. La Armada imperial japonesa comenzó un adiestramiento intensivo, mientras la nación seguía recibiendo suministros de Francia, Italia, Alemania, e incluso de Estados Unidos. Mientras tanto, se fueron estableciendo bases logísticas distribuidas por el mar Amarillo. Durante todo este tiempo, Japón había instado a Rusia a llegar a acuerdos territoriales, solicitando su retirada de Manchuria, así como de territorios coreanos que los rusos ya habían apropiado según tratados de comercio. Las conversaciones diplomáticas fueron dilatadas por Rusia, y es así como Japón rompe relaciones diplomáticas, el 6 de febrero de 1904.

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La noche del 8 de febrero de 1904 fue el inicio de la Guerra ruso-japonesa. La flota imperial japonesa, nuevamente modernizada, entraba a Port Arthur atacando por sorpresa, enfrentando a una armada marítima rusa estancada y sin defensa alguna. Empezaría entonces, una serie de bloqueos y ataques en serie por parte de los japoneses, tanto por vía marítima como terrestre, donde el Imperio Ruso buscaría entablar movimientos defensivos y reagrupamientos estratégicos, sólo para seguir siendo acorralados por su agresor. Esta serie de asaltos brutales, donde ambas facciones perdieron un gran número de tropas, culmina el 2 de febrero de 1905, con la toma de Port Arthur, y la posterior expulsión del ejército ruso. El 5 de septiembre de 1905, se firma el Tratado de Portsmouth, con la mediación del gobierno de los Estados Unidos. Por medio de éste, Rusia de comprometía en ceder sus espacios territoriales adquiridos al vencedor, así como ambos países debían restituir territorios ocupados a China (Manchuria).

El resultado de ésta guerra, no supuso un beneficio en el sentido estricto de la palabra, para ninguno de los contendientes.

En el caso de Rusia, quedaba atado a una humillación continental, por ser el primer país europeo que caía ante otra civilización “no blanca” (recordemos que el racismo de época existía y la guerra ruso-japonesa recibió el mote de “el fin del mito del hombre blanco”), así como también ésta guerra supuso el fracaso político del último Zar, Nicolás II, que más adelante fue una mecha más de la bomba que detonaría la revolución rusa de 1905.

Japón, por su parte, terminaba esta guerra con un gran descontento. No sólo no había recibido indemnización alguna por las enormes bajas (el descontento fue más adelante hacia Estados Unidos, por no acordar remuneraciones), sino que prácticamente no había conseguido nuevos territorios, y el desastre financiero era notorio, puesto que la mayoría de los gastos que habían hecho a nivel armamentístico eran incalculables. Ciertamente, los resultados militares catapultaron a la nación a un lugar de respeto y admiración que no menguó hasta la Segunda Guerra Mundial. Pero, como en cualquier escenario de guerra, los costos humanos y las vidas en juego, nunca se pueden volver a recuperar.

Es en éste contexto, entonces, donde la búsqueda de fortunas y nuevos terrenos para generar riquezas, nos llevan a la narración de Satoru Nado. Un escenario post guerra entre las frías montañas de la isla más al norte del Japón, donde la supervivencia de los pueblos nipones va a estar vinculada con una etnia mucho más antigua: la de los primeros pobladores de la zona, los ainus.


¡Hablemos de los ainus!

Considero adecuado aprovechar éste apartado para hablar tanto de ésta etnia, como así también de la región de Hokkaido. Haremos un leve recorrido geográfico y, por qué no, antropológico, si se le puede decir así.

Como se nos ha enseñado en la edad escolar, el hombre se ha dispersado a lo largo de los continentes con el fin de buscar cual terreno le fuese menos hostil y más provechoso para satisfacer sus necesidades. Aprovechando conexiones naturales (el “Estrecho de Bering”), creando algunas artificiales (moviéndose en barcos), o simplemente llegando por accidente.

Es así que, hace unos 20.000 años atrás, los primeros pobladores de Hokkaido llegaron. Según estudios, las tierras continentales de la actual Rusia tenían hace 30.000 años atrás, una extensión mucho mayor para aquellos tiempos, llegando a la región de Hokkaido. De igual modo, Japón estaba conectada con la península de Corea, es decir que la existencia de estas diversas uniones facilitó la llegada desde diversos puntos geográficos. Llegando al 10.000 A.C. los procesos de derretimiento de los hielos, más los desprendimientos de tierras, crearon el escenario geográfico similar al que conocemos hoy. 

La cultura ainu es, entonces, una cultura previa a la japonesa, que se supone llegó desde las zonas del sur de Asia, desplazándose hacia el este y ocupando varios territorios del archipiélago japonés. Originariamente, la etnia habría cubierto los territorios de Hokkaido, Kamchatka, islas Kuriles, sur de Sajalín, y quizás el noroeste de China. Se cree también que tienen relación con otras culturas más cercanas al círculo polar ártico, como los inuit o los saami. Incluso se les ha emparentado con los Andaman, etnia proveniente de una isla homónima, situada en el Océano Indico.

El término “aino” o “ainu” hace referencia a lo humano, en contraposición a lo divino o “Kamui”. Los japoneses les llamaron ezo o yezo, mientras entre ellos se consideran utari, que vendría a ser “camarada”.

La lengua ainu difiere mucho de la coreana y japonesa, y actualmente los antropólogos siguen buscando maneras de recuperar la mayoría de su composición. Entre los siglos XIX y XX se estudiaron al menos dos dialectos (en Sajalín y Hokkaido). Existirían otros dialectos más, que no poseerían relación con ninguna otra lengua conocida. No se trata de una lengua escrita, sino transmitida por tradición oral, si bien se ha trascrito al japonés.

En cuanto a tradiciones de relato, se cree que el “yukar” es la novela épica más importante para la etnia, un conjunto de sagas heroicas narrada entre generaciones.

Morfológica y antropológicamente, cuando hablamos de ainu nos encontramos con individuos que poseen características bastante distantes de lo que entendemos como la civilización japonesa. Su pueblo lo conforman personas caucásicas con pelo ondulado y ojos de color castaño claro. El vello corporal es abundante en ellos, y normalmente encontramos imágenes que muestran sujetos de abundante barba. La altura también excede la del japonés promedio, y su mirada carece de las distinciones propias de muchas etnias asiáticas (ojos “rasgados”, o también llamados rasgos “mongoloides”). Los antropólogos encuentran problemas en darles una clasificación específica, por lo que se ha llegado a plantear que son una cultura proto-asiática y también proto-mongola, de la cual serían provenientes otras etnias.

Subsistieron gracias a sus variados métodos para la pesca, la caza y la recolección. Entre sus animales de caza podemos encontrar osos, ciervos, mapaches, focas, ballenas, diversos peces. El oso era uno de los animales más temido y venerado, y para cazarle, se utilizaban flechas envenenadas que los ainus fabricaban gracias a toxinas de hierbas y animales. La veneración del oso que se menciona detallada en Golden Kamui, se conoce como “Iyomante rimse” y se trata de una danza realizada para enviar los espíritus de los osos de vuelta al cielo.

Las herramientas y utensilios fueron, históricamente, mucho más importantes para los ainus que las armas y objetos con fines bélicos. Hay pocos registros que ofrezcan datos sobre la construcción de éstos con fines militares, y la mayoría de las veces las obtuvieron por medio del comercio y el intercambio con la cultura japonesa.

En cuanto a la relación con los últimos, la historia que vincula a los ainus con Japón no es otra que una historia más de colonialismo, expansionismo y dominación por parte de la nación nipona.

Se cree que los primeros contactos entre los japoneses y la isla de Hokkaido, anteriormente denominada Ezochi, datan de los periodos Nara y Heian entre el 710 y el 1185 (según las narraciones de textos antiguos como el Nihonshoki, los primeros contactos podrían haber sido en el 658-660), periodos durante los cuales los habitantes de Hokkaido empezaron a comerciar con la provincia de Dewa (hoy Yamagata y Akita), obteniendo arroz y metal por medio del intercambio con japoneses. Conforme la nación fue anexando más territorios según su crecimiento, los roces entre las culturas no se hicieron esperar, y en poco tiempo llegaron a situaciones de guerra.

Es así que, durante el periodo Muromachi, Japón refuerza militarmente sus puestos de avanzada en Hokkaido, y posteriormente mantiene cruentos enfrentamientos con la tribu.

Entre estos se puede mencionar:

  • La batalla de Koshamain de 1457, llamada así por el líder ainu que reunió a los distintos clanes para hacerle frente a los wajin (los japoneses colonos de la zona) destruyendo castillos y apostamientos claves.

  • La rebelión de Shakushain de 1669 a 1672, donde los ainus se levantaron nuevamente para luchar contra la familia feudal gobernante impuesta por Japón para que actúe como única encargada de comerciar bienes y servicios con la nación.

  • La batalla de Menashi y Kunashir de 1789, en la cual los ainus atacaron estas dos islas, asesinando varios japoneses.

Para el 1860, el Shogunato de Tokugawa opera una símil “conquista del desierto” como la experimentada en Argentina entre el 1878 y 1885. Los japoneses se abren paso hacia el mar del norte, confiscando tierras ainus, prohibiéndoles la caza y pesca, para finalmente diezmar su población y recluir las pocas tribus restantes en reductos de aborígenes. En 1868, la restauración del gobierno Meiji consideró que la apropiación y control de la región de Hokkaido, era necesaria puesto que la Rusia Imperial suponía una posible amenaza de invasión, y toma gobierno de la mayor parte de la región, reemplazando a la antigua familia que actuaba como feudo y administradora.

Aun cuando La Restauración intentó suavizar las rispideces con la etnia ainu, por medio de la asimilación de estos dentro del estado japonés, esto sólo abrió mayor paso a la degradación y posterior pérdida de las tradiciones y valores (recordemos que la mayor parte de su cultura era transmitida por medio de relatos orales). Una suerte de freno llegó recién para el 1900, cuando Japón dictó una ley de Protección de los aborígenes de Hokkaido, y un posterior proceso de recuperación de la lengua, ya en la década de 1990.


En la actualidad, los ainus tienen un espacio en el Parlamento Japonés. Sin embargo, es señalable que, como minoría étnica, continúan siendo segregados y discriminados, y sus descendientes no superan un número aproximado de 24 mil habitantes en todo Hokkaido.

El 6 de junio de 2008, el gobierno de Japón reconoció al pueblo ainu como “pueblo indígena con idioma, religión y cultura propia”, garante de derechos de su cultura e identidad como etnia.


¿Conclusiones?

Hacer un cierre luego del repaso realizado no es fácil, pues mucho queda en el tintero, y varios sentimientos encontrados, porque una ficción histórica como Golden Kamui sigue siendo un producto de nuestra actualidad. No deja de tener su valor comercial, pero también es una hoja más de un complejo libro que nos muestra la diversificación, cruce y transformación entre las muchas culturas que pisan la tierra.

Volver a recabar información sobre la obra de un artista siempre es provechoso y un disfrute. Quienes deseen leer el manga o ver el anime, van a encontrarse con algunas ideas fundamentales como la relación naturaleza-humano (el sujeto sobrevive en un paraje donde es necesario una dura y rápida adaptación, para poder salvarse a sí mismo y a los suyos), las cuestiones básicas de la moral (hasta qué punto nuestros ideales y vínculos son duraderos o nos ofrecen lo necesario), y sobre todo los valores de la tradición y los saberes que están por encima de nuestra percepción cotidiana. Todo esto, enmarcado en una trama donde la supervivencia, el humor, las guerras, y las decisiones de nuestros protagonistas están siempre vigentes.

Pero volver a reunir información sobre el origen, estructuración, expansión y auge de los países actuales, aunque breve y livianamente es, sobre todo, un llamado más a la reflexión del sujeto como protagonista histórico. Existen hoy día varias culturas que hicieron que llegara a nosotros cierta comprensión de la Historia como tal. Y si llegamos a conocer un manga como Golden Kamui, es porque detrás de una ficción, hay relatos y hechos que todavía siguen vigentes, por más que nuestros libros de Historia, la Historia de los vencedores, no nos lo hayan contado.

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REFERENCIAS:



 por Sebas

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